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De lector voraz he terminado convertido en un auténtico adicto a los seriados televisivos, que en los últimos quince años han sorprendido al mundo con trabajos de inédita calidad, variedad y profundidad. Este post no tiene otro objetivo que quitarle un poco el polvo al blog y evitar hablar de Venezuela y su locura, pues ya no tengo nada más que decir al respecto.

 

El infaltable top 10

1. The Wire (Estados Unidos)

En mi paraíso muy personal de las series televisivas The Wire ocupa el trono celestial, en especial su creador: David Simon. Se ha escrito hasta el cansancio de ambos, así que no voy a repetir lo mismo acá. Busquen en Google y conseguirán información de sobra. Advertencia: The Wire es una serie casi de autor. David Simon construye la historia con cuidado y paciencia, sin efectismo ni sentimentalismos, por lo que entrar en la trama requiere saber aguardar. La primera temporada arranca un poco lentamente porque el demiurgo va tejiendo la historia con paciencia de artesano y no es sino hasta pasados el tercer o cuarto capítulo cuando el espectador cae finalmente en cuenta de que está atrapado y que no se puede despegar de la pantalla. Esta serie debe casi absolutamente su consagración a Internet y a la piratería, pues en su momento no ganó mayores premios ni tuvo récords de sintonía; fue por los caminos verdes de la web por donde logró colarse hacia el top 10 de muchas listas, incluyendo la mía.

 

2. Aquí no hay quien viva (España)

Es sumamente difícil conseguir buenas comedias, y esta es simplemente la mejor que he visto jamás. Lo mejor del humor negro español. El argumento es extremadamente simple: el día a día de una comunidad del centro de Madrid y la imposibilidad de su convivencia. Fue esta la serie que hizo famoso el “Un poquito de por favor” de Emilio, pero la cantidad de frases y situaciones geniales son tantas que hay que sentarse y verla. Si usted no lo ha hecho todavía, hágase un favor y no pierda más tiempo.

 

3. The Sopranos (Estados Unidos)

Fue la primera gran serie de HBO que vi, hace ya unos diez años. Me sorprendió el realismo y la profundidad con que David Chase, su creador, dibujaba a sus personajes. Tony Soprano, un mafioso de New Jersy, comienza a tener ataques de pánico y decide verse con una psiquiatra, pero tiene que hacerlo a escondidas porque de lo contrario la mafia puede poner en duda su salud mental y sacarlo del juego. Aunque recientemente intenté volver a ver esta serie y no me enganchó, recuerdo mi fascinación inicial por un trabajo tan maravilloso y por eso la dejo en mi top 10. Se lo merece.

 

4. The Shield (Estados Unidos)

Esta serie es una sobredosis de adrenalina. No hay un minuto de aburrimiento. Suspenso, acción y vueltas de tuerca de temporada en temporada. Un guión maravilloso y unas actuaciones geniales. Aunque muy violenta, la violencia está muy bien planteada y justificada en función de las situaciones y los personajes. Michael Chiklis interpreta al detective Vic Mackey, jefe de un escuadrón especial antidrogas que se va haciendo cada vez más corrupto y despiadado. El final es simplemente sorprendente. Sin desperdicio.

 

5. The Tudors (Inglaterra, Irlanda, Canadá)

Por la lista que presento aquí queda claro que no soy fan de las series de época. Pero los Tudors es la excepción. La serie hace un recuento de la historia del Rey Enrique VIII, famoso porque mandó matar a siete de sus esposas y abrió las puertas a la religión protestante (en este caso, una religión que creó a la medida de su ego) en Inglaterra. Salvando el hecho de que el físico atlético de Jonathan Rhys Meyers nada tiene que ver con la voluminosa figura del verdadero Enrique VIII, The Tudors es una producción sumamente bien cuidada en todos los aspectos. De las que he visto, es la única serie de época que se salvó de ir a parar al foso de los olvidados.

 

6. Picky Blinders (Inglaterra)

Producción británica transmitida originalmente por la BBC Two, comencé a verla sin información previa ni expectativa alguna. Pues oh, sorpresa: de lo mejor que he visto en algún tiempo. El actor británico Cillian Murphy encarna a un gangster que, tras regresar como héroe de la Primera Guerra Mundial, se abre camino como mafioso en la ciudad de Birmingham. Creada por Steven Knight y producida por Caryn Mandabach Productions y Tiger Aspect Productions, me gusta mucho esta serie por tener un guión muy bien estructurado y muy buenos diálogos. La producción y dirección son  maravillosas y los actores derrochan talento de principio a fin. Ampliamente recomendada.

 

7. Borgen (Dinamarca)

Esta serie cuenta la historia de la política Birgitte Nyborg, mujer honesta y decidida que se convierte en la primera mujer en ocupar la Primera Magistratura en Dinamarca. Según Wikipedia, Borgen (“el castillo” o “la citadela”) es el apodo del Palacio Christianesburgo, que aloja las tres ramas del poder en ese país: el parlamento, la oficina del Primer Ministro y la Corte Suprema. La bellísima Sidse Babett Knudsen, que interpreta a Birgitte Nyborg, es una actriz portentosa y carismática que prácticamente se echa la serie a los hombros. Lo más interesante de este show, a diferencia de House of Cards, es su brillante estructura: la primera temporada narra la historia de la construcción del personaje soñador y su ascenso al poder; la segunda temporada es la historia la mujer ya en la magistratura y de la realidad y miserias del poder; la tercera temporada es la historia de la derrota, de la salida de Brigitte del poder y de todo el proceso de recuperación, de reconstrucción, de reocupación de la primera magistratura. Excelente show.

 

8. Fargo (Estados Unidos)

Inspirada en la película original de los hermanos Cohen, y producida por estos mismos, la serie cuenta entre sus muchas virtudes no pretender ser una copia fiel de la fuente de inspiración, aunque sí fiel su espíritu y estética. Comedia negra con el toque de humor surrealista muy de los Cohen, Billy Bob Thornton, Allison Tolman, Colin Hanks y Martin Freeman realizan un trabajo actoral de primera bajo la dirección de Noah Howley. La serie ganó dos premios Emmy a la Mejor Miniserie y Mejor Dirección. Una maravillosa sorpresa en especial para admiradores del trabajo de los hermanos Cohen.

 

9. Breaking Bad (Estados Unidos)

Walter White (Bryan Cranston) es un profesor de química en un colegio que un día descubre que tiene cáncer y decide comenzar a producir metanfetamina. Pronto logra crear una droga con casi ciento por ciento de pureza y se hace famoso en los bajos fondos. El tímido profesor va cediendo paso a Heisenberg, como se hace llamar desde entonces, y acaba convertido en un hombre insaciable de dinero y poder que vive una doble vida hasta que su esposa lo descubre…  Abundan en Internet las listas que ubican a esta serie como la mejor de todos los tiempos. En mi humilde opinión, no es el caso. Esta serie sí ganó todos los premios más uno (merecidos), pero aunque la disfruté mucho siento que hubo muchos capítulos flojos y en ocasiones el guión estaba un poco halado por los pelos (como el final, por ejemplo). Aun así, la coloco en mi top 10.

 

10. Oz (Estados Unidos)

Esta es, por decirlo así, la mamá de los helados. Oz es la forma en que los presos de la Oswald Penitentiary se referían a su lugar de reclusión. Genial la irónica alusión a Oz, el de Dorothy. Es una de las series más duras que he visto y confieso que no pude terminar de ver todas las temporadas. Pero tiene que estar en mi top 10 por la sencilla razón de que con esta serie distópica y políticamente incorrecta HBO rompió todos los moldes de lo que hasta entonces (años 90) era el canon de los seriados televisivos en Estados Unidos y abrió así las (com)puertas a la edad dorada que vivimos hoy. No los culpo si la ven y les desagrada. No es exactamente el tipo de serie que uno se sienta a “disfrutar” cotufa en mano, aunque hay para todos los gustos. En todo caso, he decidido incluir Oz entre mis favoritas por su atrevimiento y contribución para con lo que vino después. La televisión que vino después, y sobre todo sus espectadores, estamos en deuda con Oz. Nos guste o no.

 

Otras muy buenas:

11. Escobar, el patrón del mal (Colombia)

Confieso que al terminar de ver esta serie acabé con ganas de vomitar. A diferencia de Breaking Bad o The Shield, la violencia de esta serie es historia. Historia de Colombia y de América Latina. Andrés Parra realiza un trabajo magistral como Pablo Escobar, a quien interpreta tan vívidamente que da escalofríos. Los dialoguistas colombianos tiene una chispa realmente envidiable. Eso sí: me prometí a mí mismo que esta es la última serie de narcos que veo. Entiendo perfectamente a mis amigos y amigas colombianas que cuestionan que la televisión de ese país se haya quedado pegada en la nota de explotar este tema ad infinitum porque ha resultado comercialmente rentable. Estas novelas cumplieron sin duda una función histórica, social, cultural y hasta política, pero como que ya va siendo hora de pasar la página. En todo caso, esta serie vale la pena verla… si tienen el estómago para ello.

12. House of Cards (Estados Unidos)

Si no me equivoco, House of Cards fue la primera serie en la historia que se puso a la disposición del público descargar y ver de principio a fin el mismo día del estreno. Los fanáticos de la series estamos en deuda con Netflix por el impacto que esta decisión, debido a la rotunda aceptación del público, tuvo y tendrá en la forma en que se entregarán los contenidos. Kevin Spacy (Francis Underwood) y Robin Wright (Claire Underwood) hacen un trabajo extraordinario, pero lo que más me atrae de esta serie son el guión y los diálogos, ambos de primera. La de Netflix es, por cierto, la versión estadounidense de una serie homónima británica (también disponible en Netflix USA) escrita por Andrew Davies, quien a su vez adaptó a la televisión novela de Michael Dobbs, antiguo Jefe de Gabinete del Partido Conservador británico. Acabo de terminar de ver la tercera temporada y debo decir que, más allá de un par de capítulos, me pareció monótona y aburrida. Aspiraba un giro de tuerca como en Borgen (ver más arriba), pero no. Las mejores son las temporadas 1 y 2.

13. The Good Wife (Estados Unidos)

Inspirada sin duda en la historia de Hillary Clinton y el papel que le correspondió hacer en el caso Monica Lewinsky, The Good Wife se centra en la historia de Alicia Florrick, esposa del Fiscal del estado que sale a apoyarlo cuando este, acosado por la prensa, reconoce que le fue infiel a su esposa y pide disculpas públicamente. Alicia, abogada que dejó de ejercer poco después casarse, se separa de su esposo y debe salir a buscarse la vida. Finalmente consigue trabajo en el bufete de un ex novio de la universidad, que la contrata y allí desarrolla una exitosa carrera como litigante. Debo reconocer que no habría incluido esta serie en esta lista de no ser por la quinta temporada: la mejor de toda la serie hasta ahora. Pareciera que los productores se tomaron la molestia de ver la gran cantidad de buenos trabajos que se están haciendo en la televisión actualmente y decidieron salir a competir con todos los hierros. La quinta temporada es dramáticamente mejor que las cuatro anteriores, aspiro que la sexta temporada continúe en por esa senda.  Confieso que tengo mis dudas de si esta serie debería estar o no en esta parte de la lista, pero de momento se queda. La verdad es que es un buen show.

14. Happy Valley (Inglaterra)

Serie británica a la que llegué por accidente, Happy Valley narra la historia de una mujer policía en Yorkshire Valley que debe salir a hacer su trabajo todos los días mientras intenta hacer paces con el suicidio de su hija y el nieto que esta le dejó, hijo a su vez de un peligroso criminal. Es una historia que entrelaza el drama cotidiano de Yorkshire Valley, el crimen, las miserias humanas, con el drama personal de Catherine Cawood (Sarah Lancashire) y su familia, en especial cuando el padre de su único nieto, auténtico psicópata, sale en libertad y se entera de que tiene un hijo. Esta serie estrenada por la BBC One en 2014 presenta un guión muy cuidado, con personajes bien construidos e interpretados. La recomiendo ampliamente.

 

15. The Fall (Inglaterra)

Otra serie británica, también de la BBC, esta vez ambientada en el norte de Irlanda. Gillian Anderson interpreta a la Superintendente Stella Gibson, policía de alto rango que llega a Belfast para investigar los asesinatos de varias mujeres. Stella descubrirá que los asesinatos están relacionados y comienza la cacería de un complejo asesino serial, excelentemente interpretado por Jamie Dornan. El asesino es un trabajador social empleado por el Estado irlandés que vive con su mujer y dos hijos; es inteligente, hábil, fuerte, seductor y sin antecedentes policiales, lo que lo hace casi invisible ante las autoridades. Pero su necesidad de matar acabará por traicionarlo. Muy buena serie.

 

16. The Assets (Estados Unidos)

Una historia de espionaje y contraespionaje en la CIA durante y tras el fin de la guerra fría. Comencé viéndola pensando que se trataba de una historia de ficción, pero se trata más bien de la recreación de una historia real, que como sucede a menudo con este tipo de historias termina volviendo lo narrado todavía más increíble. Esta serie estadounidense cuenta con una sola temporada de ocho capítulos y está basada en los libros Circle of Treason: A CIA Account of Traitor Aldrich Ames y Men He Betrayed de las oficiales de la CIA Sandra Grimes and Jeanne Vertefeuille. Según Wikipedia, el lanzamiento de esta serie pasó por debajo de la mesa en las tres cadenas televisivas en las que se difundió. Pero en su momento The Wire tampoco contó con récords de audiencia ni premios y hoy es una serie de culto. The Assets no entra en esta última categoría, pero es una historia interesante, bien contada y en general es un buen show. Sobre todo considerando que lo narrado no es ficción.

 

No mis favoritas pero buenas para pasar el rato:

  1. Game of Thrones (Estados Unidos)
  2. MI5 (Inglaterra)
  3. The Americans  (Estados Unidos)
  4. Hidden (Inglaterra)
  5. El cartel de los sapos (Colombia)
  6. Orange is the new black  (Estados Unidos)
  7. Justify  (Estados Unidos)
  8. Salamander (Bélgica)

Decepción total:

  1. Lost (Culebrón en la selva. Los únicos perdidos eran los guionistas, que claramente nunca encontraron el camino al buen guión)
  2. Downton Abbey (Culebrón inglés con aristócratas)
  3. Homeland (Culebrón con espías)
  4. Rectify (Culebrón de un tipo encarcelado injustamente y de regreso a casa de su mamá)
  5. The West Wing (Culebrón en la Casa Blanca)
  6. The Newsroom (Culebrón en un periódico)
  7. Damages (Culebrón con abogados)
  8. The Borgia (Culebrón en Vaticano renacentista)

 

Nota: “Culebrón” es el término, más bien peyorativo, con el que los venezolanos nos referimos a las telenovelas, en particular al gusto de estas últimas por las historias rebuscadas, truculentas y con desenlaces previsibles.

The Candid Dudamel

On March 20th the music fans of Toronto and Montreal celebrated with a standing ovation the visit of the Venezuelan director Gustavo Dudamel and the Los Angeles Philarmonic Orchestra. In this occasion, Dudamel decided to stay away from the media and not to give interviews, which is far from surprising. In the past month, groups of Venezuelan exiles have followed Dudamel anywhere he goes to protest against his complicit silence towards the abuse of power exercised by the chavista government against its opponents and for his participation in a series of concerts held in Venezuela just at the same time that students were brutally repressed by the police and the military. In the eyes of the opposition, Gustavo Dudamel plays music to a sinking ship called Bolivarian Revolution. “These are difficult times,” said Dudamel to The New York Times reporter Michael Cooper in an interview for the Time Talks series.

In the same interview, Dudamel mentioned something that has totally gone under the radar–we are living, he said, “in the best all possible worlds” and this makes him feel a special connection with the philosopher Pangloss, a satiric character created by French writer Voltaire in his novel Candide to make fun of the German mathematician and philosopher Gottfried Wilhem von Leibniz, who posed that, since there is not effect without a cause, the world we live in cannot be but the best of all possible worlds.

“When I was reading Candide by Voltaire,” said Dudamel, “I was so connected with Pangloss, this philosopher who thinks we live in the best world where we can live. And I believe this, because these are our lives, we are living in this world, and we have to feel all the elements of life: suffering, happiness, all these human elements that we need. And I believe that my country will grow up from this moment and be better.” This curious connection that Dudamel feels with Pangloss allows multiple interpretations. But let’s first remind the reader of who Pangloss is.

Pangloss appears at a first glance as a sort of hippie philosopher–an idealist whose good intentions keep him disconnected from his most immediate reality. But fairly soon the reader discovers that he is in fact one the many butt-kissers of the Baron of Westfalia, a mediocre character who everyone addresses as “Monsignor” and whose bad jokes are celebrated by everyone. Replace “Monsignor” by “Comandante” and “Westfalia” by “Venezuela” and you will easily find a striking coincidence with the adulatory nature of the chavista regime in Venezuela.

In any case, Plangoss’ reasoning goes from idealistic to frankly dangerous when he posits that all the evil in this world, even war, is “indispensable”, for private misfortunes make the general good—“so that the more private misfortunes there are, the greater is the general good”. It is not so hard to see that the implementation of this way of thinking in the realm of politics ended up justified most of the fascist regimes that emerged in the 20th century. This reasoning also sounds a bit too familiar to Venezuelans, since it has characterized the past fifteen years of chavista government. At the end of the book, Plangoss unveils his true nature: he is but a cynic or, in the best-case scenario, a mediocre soul willing to die in the wrong.

“Well, my dear Pangloss,” said Candide to his mentor, who suffers countless misfortunes throughout the book, “when you had been hanged, dissected, whipped, and were tugging at the oar, did you always think that everything happens for the best?” “I am still of my first opinion,” responded Pangloss, “for I am a philosopher and I cannot retract”. Cynically, Pangloss owned that he had always suffered horribly, but as he had once asserted that everything went wonderfully well, he asserted it still, though he no longer believed it.

So what is it that Gustavo Dudamel finds so fascinating about Pangloss? Is he suggesting that the chavista regime in Venezuela is the best of possible worlds?

“These are difficult times,” told Dudamel, clearly uneasy, when Michel Cooper asked about the unrest in Venezuela. “I believe in the right of people to protest because these are rights. And I think what it’s important in this moment is to sit down and think. You have to ways to react, by instinct or by reason. I love to think. Because it’s, in a way, what I do all day.”

“But if I can say something is that we need to sit down and to respect—to respect what the other thinks because at the end that is democracy,” he continues.

“Venezuela is a very young country. If you see the history of Venezuela, these past two hundreds years, it’s a short story. It is a story of evolution, but I look and I still see Venezuela as a beautiful teenager that is trying to find the way how to live.” Certainly, in the eyes of a revolutionary, the revolution it is always young”. Dudamel’s discomfort becomes apparent when Cooper asks whether reason can still be considered subjective even when in a conflict violence is exercised more in one side than the other.

“Reason, who has the reason?” reflects Dudamel. “The reason is something very subjective. What I want to say is that, honestly, I strongly condemn violence, completely; coming from wherever is coming from, because with violence we will not arrive to any part… It is time for my country for reflection, for dialogue, very sincere dialog”.

Dudamel goes on by saying that he has spent the past month reflecting and thinking. Consequently, one must infer that his reflections have gravitated around the idea that we live in the best all possible worlds and that Plangloss is in not a cynic but a role model. The point is—there is no doubt that Dudamel lives in the best of possible worlds–that of a talented young man with humble origins that early in life enjoys fortune and fame worldwide. But it is impossible to listen to Dudamel speaking about the current situation in Venezuela and saying that we live the best of possible worlds without feeling outraged.

Can Dudamel explain to the families of the almost 200 thousand Venezuelans who have been murdered in fifteen years of chavismo that they live in the best of possible worlds? What about the countless private companies that the chavista government expropriated and that are in complete bankruptcy? What about the sixteen thousand PDVSA professionals that Hugo Chávez fired illegally just for going to strike, or all those Venezuelans fired and persecuted for signing in against Chávez in the referendum of 2004; or the 50% of the population that in the presidential elections of 2013 voted for the opposition leader Henrique Capriles Radonski? Can a country with an official inflation of 56% and a shortage of basic products, such as milk and toilet paper, be a wonderful world? How would Dudamel explain to all those imprisoned for political reasons —opposition leader Leopoldo López, democratically elected majors Enzo Scaranno and Daniel Ceballos, former chief of police Iván Simonovis— that being held illegally in jail is in fact the reflection of a perfect world?

Almost at the end of the interview, Dudamel gives an example of what he understands by union and coexistence in a polarized society: “When I play in my country, we have in the audience people that think differently, completely different. They have different social status, they could be poor or rich, and they could be part of different religions… But when we are playing, they are all united and are not even thinking about it. El Sistema is a symbol of union.”

El Sistema, Dudamel suggests, is a symbol of union because when the orchestra plays the audience listens silently and people forget about their differences. The problem, maestro, is that dictatorship is the sole regime in which people dialogue in silence. In democracy, people have the right to dissent and express their point of views out loud. Democracy is not about hiding our differences but rather about acknowledging and respecting them. I tend to believe, maestro, that wright and wrong become less subjective when there is a boot stepping onto someone’s face, the tip of a riffle stocked in someone’s anus or a bullet ending someone’s life. Reason; wright or wrong—it all becomes way less subjective when the National Assembly of a country conforms a Truth Commission without including a single member of the official opposition, or when the government invites its “enemies” to establish a “sincere dialogue” by insulting them and calling them names.

I am curious to see how Gustavo Dudamel would explain to the almost 1,600 students who have been arrested in the past month for protesting, that the tortures they have suffered and the ransoms of up to 10,000 dollars that some have paid to police and military officials as a condition to release a family member illegally detained is the best of possible worlds? I would like to see if Dudamel would even dare to suggest that idea to Marivina Jiménez, a woman who after being savagely beaten by a military was then charged with five offences, including “aggression against three public officials”. And what about the more than thirty Venezuelans who have died in this past month as a result of president Nicolás Maduro’s repression—will Dudamel tell their families not to worry because their loved ones died in a perfect world?

In prison, terrified and desperate, Candide said to himself, “If this is the best of possible worlds, what then are the others?”

The world is a pretty out-of-tune place, maestro. You can use your enormous talent to create harmony… or to contribute to chaos.

Dudamel, le Candide

Traduction: George Bastin

Le 20 mars, Gustavo Dudamel est passé par Montréal avec l’Orchestre philarmonique de Los Angeles dont il est le directeur en titre. La Presse avait déjà annoncé qu’il ne concéderait aucune entrevue pendant son séjour dans la ville, ce qui n’est guère surprenant. Au cours des dernières semaines, l’éclat des projecteurs s’est vu assombri par les manifestations d’exilés vénézuéliens qui reprochent à ce prodige de la musique son silence complice à l’égard des abus du « chavisme » et le fait qu’il se soit prêté à diriger plusieurs concerts au Venezuela au milieu de la répression brutale exercée par le gouvernement de Nicolás Maduro contre les manifestants. Aux yeux de l’opposition, le Titanic de la révolution bolivarienne coule et c’est Dudamel qui joue la musique. « Ce dernier mois n’a pas été facile » a-t-il avoué au journaliste Michael Cooper lors d’une entrevue pour la série Time Talks du New York Times, le 15 mars dernier.

C’est précisément au cours de cette entrevue que Dudamel a mentionné un point qui est passé tout à fait inaperçu : il s’est dit convaincu que « nous vivons dans le meilleur des mondes possibles » et qu’il s’identifiait au philosophe Pangloss, personnage créé par Voltaire pour son conte philosophique Candide, ou l’optimiste afin de ridiculiser le mathématicien et philosophe allemand Gottfried Wilhelm von Leibniz, qui, à la fin du 17e siècle, défendait l’idée selon laquelle, puisqu’il n’y a pas d’effet sans cause, le monde dans lequel nous vivons ne peut être que le meilleur des mondes possibles.

« Alors que je lisais le Candide de Voltaire, » dit Dudamel, « je me suis senti en communion avec Pangloss, ce philosophe qui pense que nous vivons dans le meilleur des mondes possibles. Et je le crois, parce que c’est là notre vie, nous vivons dans ce monde et devons ressentir tous les aspects de la vie : la souffrance, le bonheur, tous ces aspects humains dont nous avons besoin. Je suis convaincu que les moments que nous vivons feront que mon pays grandisse et devienne meilleur ».

Cette communion curieuse, mais qui sonne faux, de Dudamel avec Pangloss prête à de multiples interprétations. Commençons par rappeler qui était Pangloss.

À première vue, Pangloss est une espèce de philosophe hippie, un idéaliste dont les bonnes intentions le tiennent à l’écart de sa réalité la plus immédiate et brutale. Mais on découvre vite qu’il est un des nombreux adulateurs du baron de Westphalie qu’ils appellent tous « Monseigneur » et dont ils applaudissent les plaisanteries. Remplaçons « Monseigneur » par « Comandante » et la Westphalie par le Venezuela et nous aurons une symbolique bien plus actuelle.

La logique panglossienne idéaliste devient toutefois ténébreuse lorsque le philosophe affirme que les maux du monde, même ceux créés par les hommes comme les guerres, sont « indispensables » et que « les malheurs particuliers font le bien général, de sorte que plus il y a de malheurs particuliers, et plus tout est bien. » Il saute aux yeux que la mise en pratique d’un tel raisonnement en politique a été le fondement de tous les régimes fascistes qui ont marqué le 20e siècle et que son application au Venezuela durant quinze longues années a conduit le pays à la ruine et à la guerre fratricide.

À la fin du conte, Pangloss apparaîtra sous son vrai jour : celui d’un cynique ou, dans le meilleur des cas, d’une âme médiocre obstinée à mourir dans l’erreur. C’est ainsi qu’après avoir vécu mille et une tragédies, Candide demande à son maître : « Eh bien ! mon cher Pangloss, (…), quand vous avez été pendu, disséqué, roué de coups, et que vous avez ramé aux galères, avez−vous toujours pensé que tout allait le mieux du monde ? » Pangloss finit par avouer que « il avait toujours horriblement souffert ; mais ayant soutenu une fois que tout allait à merveille, il le soutenait toujours, et n’en croyait rien. » Qu’est-ce donc ce que Gustavo Dudamel admire tant de ce sinistre personnage? Veut-il suggérer par cette allusion que le Venezuela du « chavisme » est le meilleur des mondes possibles?

Dudamel Times Talk« Nous vivons un moment difficile », répond Dudamel embarrassé à la question de Michael Cooper à propos des manifestations au Venezuela. “Je crois au droit qu’ont les gens de contester, parce c’est un droit. Et je pense que l’important en ce moment est de s’asseoir et de penser. Il y a deux façons de réagir: par instinct ou par la raison. J’aime penser, parce que d’une certaine manière c’est ce que je fais. »

Il poursuit : « En tout cas, ce que je peux dire c’est que nous devons nous asseoir et respecter: respecter ce que l’autre pense, parce qu’en fin de compte c’est ça la démocratie. » « Le Venezuela est un pays jeune. Si tu regardes l’histoire du Venezuela, les deux cent dernières années, c’est une histoire courte. C’est une histoire en évolution, mais je regarde et je vois encore le Venezuela comme une belle adolescente qui cherche à trouver sa façon de vivre. » Évidemment, pour un révolutionnaire, la révolution est toujours jeune.

Dudamel devient de plus en plus embarrassé quand le journaliste insiste et lui demande, plus ou moins dans ces termes, quel est le degré de subjectivité de la raison quand la violence s’exerce davantage d’un côté (celui du gouvernement) que de l’autre (celui des manifestants). « Qui a raison? », répond Dudamel. « La raison est très subjective … Ce que je veux dire, honnêtement, c’est que je condamne fermement la violence, tout à fait, d’où qu’elle vienne, parce que la violence ne mène nulle part … C’est le moment pour mon pays de réfléchir, de dialoguer très sincèrement, respectueusement … ».

Dudamel affirme qu’il a réfléchi, pensé, pendant un mois. On peut donc en conclure que cette réflexion s’est articulée autour de l’idée que nous vivons dans le meilleur des mondes possibles et que Pangloss est un modèle à suivre. Je ne doute pas que telle soit la réalité particulière de Dudamel : un jeune Vénézuélien talentueux, d’origine humble, qui très tôt dans la vie a conquis la célébrité et la fortune. Par contre, il est impossible d’entendre parler du Venezuela d’aujourd’hui comme le meilleur des mondes possibles sans s’indigner ou du moins en rire amèrement. Dudamel ira-t-il dire aux familles des près de 200 000 Vénézuéliens assassinés par la délinquance en ces quinze ans de gouvernement chaviste qu’une telle perte, bien qu’irréparable, est survenue dans le meilleur des mondes possibles? Le dira-t-il aux milliers d’entreprises expropriées et aujourd’hui complètement ruinées, aux 16 000 employés de PDVSA (la société pétrolière d’état) illégalement licenciés pour avoir participé à une grève et aux milliers d’autres licenciés ou poursuivis pour avoir signé le référendum révocatoire contre Chávez en 2004; à la moitié du pays qui, aux dernières élections présidentielles, ont voté pour Henrique Capriles; à la population frappée par une inflation officielle de 56 % et la pénurie de produits essentiels comme le lait et le papier hygiénique; aux prisonniers politiques, et aux étudiants qui aujourd’hui manifestent dans la rue parce que le chavisme leur a volé leur avenir, ou comme ils disent, qui leur a tant pris qu’ils n’ont plus aucune peur? Est-ce que Dudamel leur dira que, même s’ils ne peuvent le voir, en réalité ils vivent dans le meilleur des mondes possibles?

Rendu à la fin de l’entrevue, Dudamel illustre son idée d’union et de convivialité: « Quand je joue dans mon pays, il y a dans le public des gens qui pensent différemment, complètement différemment. Ils occupent différentes positions sociales, ils peuvent être pauvres,  avoir de l’argent, être de religion différentes … Mais quand nous jouons, ils sont tous unis et ne pensent pas à tout cela. Le ‘Système’ est un symbole d’union. » (en référence au Programme de formation de jeunes musiciens en place depuis 1975)

Le ‘Système’ est un symbole d’union, nous dit Dudamel, parce que quand l’orchestre joue, le public se tait et oublie ses différences. Le problème, maestro, c’est que le seul régime sous lequel on dialogue en silence c’est la dictature. Les différences ne sont pas faites pour être tues ou dissimulées, mais plutôt pour être exprimées, débattues et reconnues par la majorité. Le respect consiste à reconnaître toute pensée dissidente, un principe que Voltaire a défendu avec énergie même menacé et poursuivi par l’Inquisition à la suite de la publication du Candide. Je suis porté à croire, maestro, que la raison perd de sa subjectivité quand on a une botte sur le visage, un fusil dans l’anus ou une valle dans la tête. Encore plus quand l’Assemblée nationale d’un pays met sur pied une Commission de la Vérité sans les membres de l’opposition et que le gouvernement invite ses « ennemis » à dialoguer … en les insultant.

J’aimerais savoir comment Dudamel expliquera aux 1600 jeunes détenus au cours du mois dernier pour avoir contesté le gouvernement Nicolás Maduro que les plombs reçus à bout portant, les tortures infligées et les « taxes » de jusqu’à 10 000 dollars perçues par les militaires et les policiers pour les remettre en liberté font partie du meilleur des mondes possibles. Ou s’il oserait défendre ses idées devant Marivinia Jiménez, qui a été sauvagement frappée par une milicienne et ensuite accusée de cinq crimes, dont « agression à trois fonctionnaires publics ». Et je ne mentionne même pas les familles des trente Vénézuéliennes et Vénézuéliens assassinés pendant ce mois de manifestations.

De quoi sert, finalement, de vouloir « sauver » le Système des griffes destructrices du chavisme si, comme le dit la pianiste Gabriela Montero, quand viendra l’heure nous n’aurons plus de pays.

En prison, Candide se demandait avec ironie : « Si c’est ici le meilleur des mondes possibles, que sont donc les autres? »

 

Le monde sonne bien faux, maestro. À vous d’utiliser votre énorme talent pour créer l’harmonie … ou contribuer au chaos.

 

Traduction : George Bastin

Dudamel, el cándido

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Dudamel Times Talk

El jueves 20 de marzo Gustavo Dudamel visitó Montreal junto a la Orquesta Filarmónica de los Ángeles, de la cual es director titular. La Presse ya había anunciado que no concedería entrevistas durante su estadía en la ciudad, lo cual no es de extrañar. Este último mes, la luz de los reflectores se ha visto opacada por el descontento de exiliados venezolanos que se reúnen para reclamarle a este prodigio de la música por su silencio cómplice con los abusos del chavismo y por haberse prestado para dirigir una serie de conciertos que se realizaron en Venezuela en medio de la brutal represión que el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha ejercido contra las protests opositoras. A ojos de la oposición, el Titánic de la revolución bolivariana se hunde y Dudamel le pone música. “Este último mes no ha sido fácil”, confesó al periodista Michael Cooper en entrevista para la serie Time Talks del New York Times, el pasado 15 de marzo.

Precisamente en esa entrevista Dudamel hace mención a un punto que ha pasado totalmente inadvertido: dijo estar convencido de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles” y que se identificaba con el filósofo Pangloss, personaje creado por Voltaire en su novela filosófica Cándido, o el optimista para ridiculizar al matemático y filósofo alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz, quien a finales del siglo XVII defendió la idea de que, puesto que no existe efecto sin causa, el mundo en el que vivimos no puede ser sino el mejor de los mundos posibles.

“Cuando estaba leyendo el Cándido de Voltaire,” dijo Dudamel, “me sentí conectado con Pangloss, este filósofo que piensa que estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles. Y yo creo eso, porque esta es nuestra vida, estamos viviendo este mundo y tenemos que sentir todos los elementos de la vida: sufrimiento, felicidad, todo este tipo de elementos humanos que necesitamos. Y yo creo que este momento hará a mi país crecer y ser mejor”.

Esta curiosa, más bien desafinada conexión que Dudamel dice sentir con Pangloss se presta para múltiples interpretaciones. Pero comencemos por recordar quién es Pangloss.

Pangloss aparece a primera vista como una especie de filósofo hippie, un idealista cuyas buenas intenciones lo mantienen desconectado de su realidad más inmediata y brutal. Pero pronto descubrimos que es uno más de los tantos aduladores del barón de Westfalia, a quien todos llaman “Monseñor” y le ríen las gracias. Cambiemos Monseñor por Comandante y Westfalia por Venezuela y la simbología se tornará mucho más actual.

Pero la lógica panglossiana pasa de idealista a tenebrosa cuando el filósofo defiende que los males del mundo, incluso aquellos creados por los humanos como las guerras, son “indispensables” y que “las desgracias particulares contribuyen al bien general, de manera que a más desgracias particulares mejor va todo”. No es difícil observar que la puesta en práctica de un razonamiento similar en el ámbito político resultó siendo la base de los tantos regímenes fascistas que marcaron el siglo XX y que su aplicación en Venezuela durante quince largos años de chavismo ha llevado al país al borde de la ruina y la guerra fratricida.

Al final del libro, Pangloss aparecerá como lo que en verdad es: un cínico o, en el mejor de los casos, un alma mediocre empecinada en morir equivocada. Así, luego vivir las mil y un tragedias, Cándido le pregunta a su maestro: “¡Y bien, mi querido Pangloss! (…) ¿seguís pensando que todo está perfectamente en el mundo aun cuando hayáis sido ahorcado, disecado, molido a golpes y hayáis remado en galera?” Pangloss acaba por confesar que “siempre había sufrido muchísimo, pero que, como una vez había defendido que todo estaba perfecto, seguía defendiéndolo aun sin creérselo”.

¿Qué es entonces lo que tanto admira Gustavo Dudamel de este oscuro personaje? ¿Sugiere con esta alusión que la Venezuela del chavismo es el mejor de los mundos posibles?

“Estos son tiempos difíciles”, contesta incómodo Dudamel la pregunta que le hace Michael Cooper sobre las protestas en Venezuela. “Yo creo en el derecho de la gente a protestar porque esos son derechos. Y creo que lo importante en este momento es sentarse y pensar. Hay dos formas de reaccionar: por instinto o por la razón. Yo amo pensar, porque de alguna forma es lo que hago.”

“Pero si algo puedo decir es que necesitamos sentarnos y respetar: respetar lo que el otro piensa porque al final eso es la democracia”, continúa. “Venezuela es un país muy joven. Si miras la historia de Venezuela, estos últimos doscientos años, es una historia corta. Es una historia en evolución, pero miro y todavía veo a Venezuela como una bella adolescente que está tratando de encontrar su forma de vivir”. Ciertamente, a ojos de un revolucionario, la revolución siempre es joven.

Dudamel se incomoda aún más cuando el periodista lo presiona preguntándole, palabras más o menos, cuán subjetiva es la razón cuando la violencia se ejerce más de un lado (el del gobierno) que de otro (los manifestantes). “¿Quién tiene la razón?”, contesta Dudamel. “La razón es muy subjetiva… Lo que quiero decir, honestamente, es que yo condeno firmemente la violencia, completamente, venga de donde venga, porque con violencia no llegaremos a ningún punto… Es un tiempo para mi país para la reflexión, para el diálogo muy sincero, respetuoso…”

Dudamel afirma que ha pasado un mes reflexionando, pensando. Debemos interpretar entonces que esas reflexiones han gravitado en torno a la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que Pangloss es un modelo a seguir. Y yo no dudo de que esa sea la realidad particular de Dudamel: un talentoso joven venezolano de orígenes humildes que muy temprano en la vida alcanza fortuna y fama mundial. Pero es imposible escuchar hablar de la Venezuela actual como el mejor de los mundos posibles sin indignarse o cuando menos reírse amargamente. ¿Le dirá Dudamel a las familias de los casi 200 mil venezolanos asesinados por la delincuencia en estos quince años de gobierno chavista que su pérdida, aunque irreparable, ocurrió en el mejor de los mundos posibles? A las miles de empresas expropiadas y hoy totalmente quebradas; a los dieciséis mil empleados de PDVSA despedidos ilegalmente por ir a huelga y a los otros miles despedidos y perseguidos por firmar en el referendo revocatorio contra Chávez en el 2004; a la mitad del país que en las pasadas elecciones presidenciales votó a favor de Henrique Capriles; al país asediado por una inflación oficial de 56% y la escasez de productos básicos como la leche y el papel tualé; a los presos políticos y los estudiantes que hoy se encuentran en la calle protestando porque el chavismo les robó su futuro, o como dicen ellos, les quitó tanto que les quitó hasta el miedo; a todos ellos, ¿les dirá Dudamel que, aunque no puedan verlo, en realidad viven en el mejor de los mundos posibles?

Casi al final, Dudamel ilustra su idea de unión y convivencia: “Cuando toco en mi país tenemos en la audiencia gente que piensa diferente, completamente diferente. Tienen diferentes posiciones sociales, pueden ser pobres, tener dinero, pueden ser de religiones diferentes… Pero cuando estamos tocando, ellos están unidos y no piensan en eso. El Sistema es un símbolo de unión”.

El Sistema es símbolo de unión, sugiere Dudamel, porque mientras la orquesta toca, la audiencia calla y se olvida de sus diferencias. El problema, maestro, es que el único régimen en el que se dialoga en silencio es la dictadura. Las diferencias no son para callarlas ni para esconderlas, sino para expresarlas, debatirlas y consensuarlas. El respeto consiste en reconocer el pensamiento disidente, aunque no se lo comparta, un principio que el mismo Voltaire defendió enérgicamente aun al verse amenazado y perseguido por la Inquisición tras la publicación del Cándido. Tiendo a creer, maestro, que la razón no es tan subjetiva cuando se tiene una bota en el rostro, un fusil en el ano o una bala en la cabeza, mucho menos cuando la Asamblea Nacional de un país conforma una Comisión de la Verdad sin miembros de la oposición y el gobierno llama a sus “enemigos” a dialogar… insultándolos.

Me gustaría saber cómo les explicará Dudamel a los casi 1600 jóvenes detenidos en el último mes por protestar contra el gobierno de Nicolás Maduro que los perdigonazos sufridos a quemarropa, las torturas recibidas y las vacunas de hasta diez mil dólares que militares y policías les cobran para liberarlos son el mejor de los mundos posibles. O si se atrevería siquiera a defender una idea semejante frente a Marivinia Jiménez, golpeada salvajemente por una militar y luego acusada ella misma, la víctima, de cinco delitos, entre ellos “agresión a tres funcionarios públicos”. Eso, por no mencionar a las familias de los más de treinta venezolanos y venezolanas asesinados en este mes de protestas.

¿De qué sirve, en suma, querer “salvar” al Sistema de las garras destructivas del chavismo si, como dice Gabriela Montero, para entonces ya no nos quedará país?

En la cárcel, Cándido se preguntaba: “Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?”

El mundo es un lugar muy desafinado, maestro. En sus manos está usar su enorme talento para crear armonía… o contribuir con el caos.

Desde que el actor Roque Valero salió del clóset político para declararse chavista-madurista ha sido víctima de todo tipo de ataques por parte de colegas, (ex)fans y público en general, ataques que muy rápidamente saltaron de las redes sociales al mundo real.

Posiblemente el primero de esos sucesos fue una confusa y lamentable escena que involucró a Kenyu Suárez, esposa del actor, y al también actor y cantante Guillermo Dávila en un supermercado en Caracas. Al sol de hoy, ignoro qué fue lo que detonó la situación, pero el hecho es que los días siguientes el asunto escaló al punto de generar el siguiente titular: “Asamblea Nacional cita a Guillermo Dávila por caso Roque Valero“. La indignación no se hizo esperar. ¿Cómo es que la Asamblea Nacional se ocupa de un asunto como ese? ¿Tiene Roque Valero tanto poder? Al final, afirma otra nota, Valero decidió retirar la denuncia contra Guillermo Dávila “en aras de la tolerancia” y “búsqueda de la paz”.

Desde entonces, Valero ha concedido una serie de entrevistas en distintos medios de comunicación, una más lamentable que la otra (ejemplos aquí y aquí), en las que fija su posición de respaldo absoluto al gobierno chavista y expresa su opinión sobre distintos temas. Y aunque muy desatinadas sus declaraciones, al menos en mi opinión, es un hecho irrefutable que Roque Valero no ataca a nadie personalmente, no se expresa con amargura ni profiere insultos de ningún tipo. Al menos que yo sepa.

Y estas alturas mi paciente lector se preguntará: ¿Y qué será lo que este llama “lamentable” y “desatinado” al referirse a las declaraciones de Valero? Me refiero a una sola cosa: a ese empeño tan característico del chavismo de querer tapar el sol con un dedo. Es lamentable y desatinado, por ejemplo, negar que en Venezuela hay desabastecimiento cuando el mismo ministro de Energía y Petróleo, que por estos días comanda las farsescas  “conferencias de paz económica” con el sector privado, afirma lo siguiente: “El desabastecimiento lo reconocemos. Las organizaciones sociales nos dicen lo que falta. Pobre del Gobierno que niegue las cosas. Además, la inflación se dispara por el paralelo” (leer nota completa). Entonces: o Roque Valero miente a conciencia; o es que hace mercado en Miami, o es que en su casa practican algún ejercicio de contrición alimentaria extremadamente efectivo que el actor todavía no ha hecho público.

Pero escribo esta nota porque hoy me llegó por ahí un video de una situación también muy  lamentable y desatinada que se presentó en un restaurante de El Hatillo en el que el actor, dicen, había mandado cerrar para disfrutar de una cena privada con familiares y amigos  (escena similar vivió Valero junto al animador televisivo y ahora director de TVes Winston Vallenilla en otra ocasión).

No es un secreto que Roque Valero no es para nada santo de mi devoción. Pero hay una gran diferencia entre criticar o diferir de su posición política y de sus ideas a insultarlo por pensar distinto. Y aquí soy tajante: yo defiendo sin cortapisas el derecho de Roque Valero a ser chavista y hasta nazi si le provoca, porque si la democracia no sirve para escoger nuestra preferencia política, entones no sé para qué sirve.

Recientemente escribí un post en el que listaba algunas diferencias que observaba entre las recientes manifestaciones y las protestas del 2002. Decía que al principio la situación actual me parecía impregnada de un insoportable tufillo a déjà vu, y este ataque contra Roque Valero en un restaurante nuevamente trae de vuelta ese desagradable olor.

Volvemos otra vez a los escenarios del 2002 en que un chavista no podía a comer en un restaurante o subirse a un avión porque lo sacaban abucheado. Hace unos meses, a Leopoldo López el gobierno no le permitió montarse en un avión de Conviasa, la aerolínea estatal, para viajar al estado Táchira (ver video). Así que es comprensible que la gente sienta la necesidad de desahogar y devolver el golpe. Pero el problema es que se ataca al objetivo equivocado y en el acto se hace muestra de una intolerancia detestable que solo empeora la situación, nos aleja de cualquier posibilidad de entendimiento y le da argumentos al gobierno para alimentar su propaganda insidiosa.

La oposición (o el chavismo) no puede asumir que los demás están obligados a coincidir. Yo estoy profundamente en desacuerdo con las ideas de Roque Valero y hasta me provocan risa muchas de sus declaraciones, pero lo cierto del caso es que yo lo lo he oído a él atacar ni insultar a nadie personalmente y no puedo aceptar que la forma de relacionarnos con él y con el país que piensa como él sea humillándolo, vejándolo y tratándolo de la misma manera en que el gobierno chavista-madurista trata a quienes no lo apoyamos.

De tal manera que me solidarizo con Roque Valero, su esposa y su familia ante ataques histéricos de algunos grupos opositores y defiendo su derecho a disentir y a ser tratados con respeto. De la misma forma, reclamaría de él que exija al gobierno al que apoya respeto para el cincuenta por ciento de la población que lo adversa y protesta en las calles con sobradas razones, aunque algunos de ellos lo hagan de forma equivocada.

Entiendo perfectamente las razones por las cuales la gente comete este tipo de abusos, pero no lo justifico. Hay que aprender de las lecciones que tan duramente hemos vivido pues de lo contrario seguiremos golpeándonos con la misma piedra una y otra vez.  Roque Valero no ha ordenado la represión de nadie y no es responsable por lo que hace el gobierno que él apoya. A mí me indigna que algún venezolano pueda apoyar a gobierno semejante, pero eso queda entre cada cuál y su conciencia. Lo mejor que podemos hacer es debatir civilizadamente con Roque para persuadirlo u ofrecer nuestro punto de vista, pero no podemos obligarlo a coincidir. ¿Alguien puede realmente pensar que vamos a sumar a la otra mitad del país a nuestra causa tratándolos de semejante manera?

Las acciones contra el gobierno son una cosa: nuestro debate con venezolanos que piensan distinto es otra. ¿Vamos entonces a tocar cacerolas cada vez que coincidamos con algún familiar chavista en una fiesta de cumpleaños? Es absurdo.

Mi abuelo, una de las personas a quien más he querido en mi vida, era chavista. Un chavista de televisión que veía VTV y nunca hablaba de política. En fin, un señor mayor con ideas de un comunismo que existía en su cabeza y con el que él se identificaba en la realidad que le mostraba VTV. En el 2002, él estaba enfermo de cáncer y yo estaba enfermo de Globovisión. Una complicada situación familiar se mezcló con la locura política del momento y yo terminé peléandome con él (él nunca conmigo). Murió tiempo después sin que haya hecho las paces con él como debí hacerlo. Eso es algo que no me perdono y que si pudiera sin duda enmendaría. Es una lección muy dolorosa que me costó tiempo asimilar y con la que debo vivir. La comparto por primera vez porque es también una metáfora del país que vivimos y me gustaría que, como sociedad, no cometiéramos el mismo error.

Confieso que al comienzo de las actuales protestas que llevan a cabo fundamentalmente los estudiantes venezolanos sentí un intenso tufillo a lo ya vivido durante el golpe de Estado del 2002. Y sin duda hay paralelismos que se pueden hacer, pero cada vez encuentro más diferencias, a cual más importante.

1. “Maduro es un error de la historia”. Lapidario, así lo bautizó Henrique Capriles en la multitudinaria marcha de hoy en Caracas (otro ángulo aquí). La más evidente, es que Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. Obvio. Destaco con esto fundamentalmente dos cosas: Maduro no solo no encanta serpientes, como su papá plumífero, sino que más bien desencanta hasta sus propios convencidos. Maduro no logra aglutinar a los suyos, sino que los divide. El instinto de supervivencia de Chávez le indicaba cuándo era mejor recular que avanzar; Maduro solo entiende la lógica de la aplanadora pues necesita mostrarse más fuerte de lo que en realidad es, especialmente por ser él un civil rodeado (¿secuestrado?) de militares (venezolanos y cubanos). Chávez, sobra decir, era militar y golpista, así que hablaba de tú a tú con los militares y sabía engatusarlos y contenerlos. Maduro… bueno, ya lo dijo Capriles…

2. Al día de hoy, las arcas del BCV están llenas de mariposas, telas de araña y acreedores chinos. Se ha hipotecado al país irresponsablemente y algo así como la mitad de las reservas en oro están amarradas como garantías a los emprésitos que el gobierno chino le ha dado a Venezuela. Chávez abrió la compuerta de la locura y el despilfarro económico cuando sacó el famoso millardito de dólares de las reservas internacionales, alegando que esa plata estaba ahí ociosa y que era mejor dársela al pueblo. El resto es historia. Pero el punto es que aunque el paro petrolero ciertamente generó un impacto económico severo en el país, al Chávez apoderarse de PDVSA logró maniobrar y reflotar a su manera. Maduro heredó el desastre económico que le dejó su apá y él ha hecho su tanto para empeorarlo con creces. Yo me imagino que esto es lo que más le debe quitar el sueño a Maduro y sus secuaces, si es que algo les quita el sueño. Un gobierno que se sostiene comprando tantas conciencias como el dinero pueda comprar solo puede temblar ante la posibilidad de quedarse con un hueco en el bolsillo. ¿Está en país en quiebra? No exactamente, pero cuando el ministro de Energía y Petróleo sale a anunciar que no entregará más golosinas a Petrocaribe para evitar que estos países se endeuden más de lo que deben (la palabra cinismo se queda corta) es porque cada centavo que falta ha comenzado a pesar demasiado.

3. “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Esta frase resume el espíritu de las actuales protestas, específicamente en el ámbito de la clase media. Y en el mismo chavismo esta frase parece estar haciendo un incómodo eco.  En el 2002, todavía había mucho que perder, pero no fue sino hasta después del golpe, con Chávez tomando venganza, cuando se sintió el latigazo: 16 mil empleados despedidos de PDVSA e imposibilitados para trabajar en el país (el gobierno pasó la lista de los trabajadores a las contratistas petroleras y amenazó con quitarles la concesión si los contrataban, así terminaron los petroleros emigrando a todos lados del planeta); la lista Tascón (que en realidad debería llamarse lista Chávez) generó una ola de despidos de muchos funcionarios de la administración pública que firmaron a favor del referéndum contra Chávez, que finalmente se realizó en el 2005 y que Chávez ganó con amplio margen; la crisis financiera del 2008, un hito histórico de la corrupción como nunca antes vista liderada por una alianza entre altos funcionarios chavistas, boliburgueses, banqueros de maletín y empresarios de oposición (aquí un ejemplo entre miles); el cierre de RCTV y la venta de Globovisión, que dejaron a una buena parte de la oposición a la deriva, informativamente hablando. Pero más importante aún: la gente quería creer que Chávez no sería capaz de hacer lo que terminó haciendo, apoderarse de todo, arrasar con todo, expropiarlo todo. Aun así, la vida continuó y el chorro de petrodólares continuó fluyendo; Cadivi continuó alimentando fantasías y fortunas, y la gente, aunque arrecha, sentía que el fondo estaba todavía muy, muy abajo. Hoy, con una severa crisis económica, desabastecimiento agudo y más de 24 mil muertes violentas al año, la clase media se pregunta: ¿qué tengo que perder? ¿Cuál es el futuro para mí y para mis hijos? Y más importante: ¿cuál va a ser la magnitud de la retaliación de un régimen Maduro-Cabello-Cuba que ha proba no tener escrúpulo alguno? Cualquier posible respuesta a estas preguntas es espeluznante. Y la gente decidió la ira a la resignación: es el ultimo cartucho. El río de petrodólares se evapora (a 100 dólares el barril, lo que es un auténtico milagro al revés) y el fondo se acerca inexorablemente. Esto explica por qué la oposición, especial pero no exclusivamente liderada por la clase media, continúa protestando después de una semana, exponiéndose a que la maten, vejen, secuestren, torturen y encarcelen, con una tenacidad y determinación que no he visto en estos quince años.

4. “El líder eres tú”. Esta frase de María Corina Machado ilustra en mi opinión el vacío que el encarcelamiento de Leopoldo López deja en el liderazgo opositor. La MUD está ahí. Capriles está ahí, y debo decir que ante la coyuntura ha mostrado lucidez, visión y sentido de estrategia (el discurso de hoy fue impecable, el mejor en tono y contenido de todos los que le he escuchado). Pero los ánimos están alborotados y cuesta encauzar la rabia. La gente quiere escuchar a Leopoldo. La cabeza está con Capriles; el corazón con Leopoldo, y en este momento el corazón (más bien las tripas) mandan. Solo hay un problema: Lepoldo está preso e incomunicado.

5. “Yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista”. A diferencia de Carlos Baute, Leopoldo canta esta canción desde la cárcel de Ramo Verde. Y esa es una diferencia fundamental. A Manuel Rosales no le habían mostraron la puntica de la uña cuando ya estaba huyendo a Perú. ¡Bú!, le dijo, Chavez, y el tipo dejó el pelero. Nadie niega la importancia del trabajo que hizo en su momento, pero el hecho irrefutable es que se cagó y se fue. Punto. Leopoldo aprendió la lección: a Capriles lo metieron preso seis meses y terminó como gobernador y líder de la oposición. Rosales se exilió y no solo murió políticamente, sino que con su huida fortaleció al gobierno y desmoralizó al país opositor. Así que Leopoldo, que interpreta correctamente el malestar de la gente, llama a #La salida, que es en realidad un disparate, un auténtico no-proyecto, un llamado legítimo pero impulsivo… pero al parecer eso era precisamente lo que la gente estaba esperando, sobre todo la clase media. Luego pasa lo que pasó: represión, censura, muertos, heridos, torturados, presos. La verdad es esta: el chavismo siempre le ha temido a Leopoldo, y con razón. Chávez lo inhabilita y Leopoldo crea un partido que le quita alcaldías donde la oposición nunca había ganado, incluyendo la de Barinas. Por eso no lo dejaron subirse en el avión de Conviasa para viajar a Táchira a solidarizarse con los estudiantes detenidos por atacar la casa del gobernador Vielma Mora, y la actuación de Leopoldo en esa ocasión fue impecable. Entonces Maduro decide que inhabilitado no es suficiente: hay que meterlo preso. Leopoldo entiende el papel que le corresponde y se entrega en bandeja de plata al gobierno: pero sabe que su entrega, como dijo un sabio por ahí, es una auténtica manzana envenenada. Recordemos que para Caldera tener a Chávez preso después del golpe de Estado de 1992 fue un factor de inestabilidad que se “resolvió” no solo liberando al golpista frustrado, sino además indultándolo. Leopoldo en prisión, pues, es gasolina en un país ardiendo.

ruben blades

6. Los cabrones de siempre siguen estando allí, apoyando a como dé lugar la dictadura en Venezuela: Uruguay, Ecuador, Argentina, Bolivia, etc. La OEA, la misma vaina de siempre: Insulza haciéndole honor a su apellido. La Unasur da asco. El gobierno de Peña Nieto se pronuncia tibiamente y con un lenguaje mucho más edulcorado que el que utiliza al referirse a la situación de Ucrania (aun así, hay parlamentarios que honran a México y se solidarizan con Venezuela). ¿Brasil? Más cabrón imposible, y si por mí fuera, declararía a Lula y Rouseff personas non-gratas hasta que la tierra se los trague. Pero muy a pesar de la miseria de nuestros gobernantes, el latinoamericano de a pie y no tan de a pie no se traga más el cuento del socialismo noble y el buen revolucionario. Las demostraciones de apoyo han sido contundentes y constantes. Las más contundentes tal vez sean las del premio Lo Nuestro y la carta de Rubén Blades a Maduro. Eso, por no hablar de Carlos Vives, Juanes, Madonna, Steven Tyler y otros famosos que se han pronunciado, incluyendo a un grupo de grandes ligas venezolanos.

7. Ha ocurrido una asombrosa vuelta de tuerca en la cobertura periodística de los medios internacionales. La forma en que Chávez reprimió las protestas en el 2002 no distan demasiado de lo que Maduro ha hecho estas últimas semanas. Aun así, la mayoría de los medios internacionales de entonces se sumaron al coro de “pobrecito el buen revolucionario al que los oligarcas desalmados no dejan gobernar”. Pero esa fue una imagen que el mismo Chávez trabajó y logró crear, lo cual no quiere decir que el golpe no fuera real (aunque no menos farsesco). Chávez concedía entrevistas, desarmaba con sus encantos personales al o la periodista y voilà! Desde Patricia Janiot (CNN) hasta John Lee Anderson (The New Yorker), pasando por una larguísima lista de corresponsales, todos al unísono se encargaron de cantarle loas a Chávez. Y cuando Lee Anderson ya no aguantó más, decidió quemar todos sus cartuchos y mostrar el caos del país escenificado en la Torre de David.  Sí, hubo un golpe en 2002, pero también hubo todos los desmanes de la represión y el aparheid político que siguió a la vuelta de Chávez y al fracaso de la mesa de negociación (fracaso, por cierto, en gran parte responsabilidad de la entonces Coordinadora Democrática, que en muchos casos ni siquiera asistía a las reuniones). Luego Chávez se paró en la ONU a decir que Bush olía a azufre y a la izquierda internacional se le terminó de caer la ropa interior. Todavía en el 2006-2007 encontrabas funcionarios internacionales (de la ONU, embajadas, corresponsales) que parecían venir a Venezuela con el único propósito de encontrar la revolución de sus sueños, y estaban determinados a encontrarla a cualquier costo: si no existía, se la inventaban. Y en esa necesidad de inventarse una revolución que no existió nunca terminamos todos reflejados en unas notas de prensa sesgadas por la frondosa imaginación del redactor, notas que trataban con guante de seda a Chávez para no molestar a la izquierda internacional, para no ser tildado de derechas por esta última y para mantener las puertas abiertas al turismo revolucionario que tanto gusta a muchos, sobre todo a los europeos. Hoy el asunto es otro: Maduro ataca al mensajero porque el miedo es el mensaje. Ejemplos de su torpe manejo en este aspecto sobran: aquí, aquí, aquí, aquí y aquí y pare usted de contar.

8. Last but not least: la revolución sí será tuiteada. Ningún armamento ha resultado más mortífero para exponer al gobierno que los teléfonos celulares y las redes sociales, elementos ambos que en el 2002 no se habían extendido y desarrollado de la forma en que se encuentran hoy. ¿Qué habría sucedido entonces si se hubiera dispuesto de tales recursos? Quién sabe. El hecho es que youtube, Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y Zello han terminado siendo más dañinos que Globvisión y RCTV juntas en su momento de mayor plenitud.

¿Significa esto que el gobierno está acabado? Para nada. Subestimar al gobierno es un error que hemos pagado muy caro y mal haríamos en volver a hacerlo. Lo que esto significa es solo una cosa: que sí, la Tierra es plana, eppur si muove.

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Why would you care about the madness that has taken over Venezuela? You are right—you don’t have to care. Venezuela is just another Banana Republic at the brink of a civil war instigated by a postmodern dictatorship. After fifteen years of a nightmare called chavismo, I understand that we are alone in this. We always have and always will. So this post is just a bottle I send to the Internet sea with no other intention than letting out my frustration.

Here is some background information about what’s going on there, as The Guardian reports:

“Week-long protests in Venezuela turned violent on Wednesday leaving three people dead, more than 20 injured, and the president, Nicolás Maduro, struggling to restrain mounting discontent among opposition groups and radical elements of his Chavista movement

(…) During this week’s protests, thousands of Venezuelans took to Twitter to report disturbances across the country, many of which included clashes between colectivos and protesters.

(…) The government denies accusations of censorship but has warned local and international media that it will punish organisations that release content likely to incite violence or be construed as “an apology for crime”. On Wednesday night the Colombian news channel NTN Noticias was taken off-air during a broadcast of that day’s street protests in Venezuela”.

Like all countries experiencing sociopolitical convulsion, Venezuelans are alone in their struggle, but some still want to believe in magic solutions and pray for the international community to save us from our own madness. Truth is, the so-called international community is but a Gothic entity ruled by bureaucrats and lost souls, and states act motivated by predatory instincts. And when the international community does intervene, the outcome is even worse (examples abound). Venezuelans learned it the hard way in 2002.

In 2013, about 24,000 people were violently killed in a country that has so much oil that gives it for free to Venezuelans and other friendly countries. Who is gonna want to play risky games in the name of “democracy” and kill the goose that lays the golden eggs? This is why, in this context of political isolation and Orwellian control, social media has become our only ally.

The images of the recent protest in Caracas (here) reminds me, mutatis mutandis, of those seen in Egypt or Tunisia during the Arab Spring. It is said that Twitter and Facebook played a staring role helping the opposition in those countries organize and communicate to fight their dictatorial regimes.

Some disagree. In his famous article Small change: The revolution will not be tweeted, journalist Malcolm Gladwell wrote, “There are many things, though, that networks don’t do well”, Gladwell writes. “Because networks don’t have a centralized leadership structure and clear lines of authority, they have real difficulty reaching consensus and setting goals. They can’t think strategically; they are chronically prone to conflict and error. How do you make difficult choices about tactics or strategy or philosophical direction when everyone has an equal say?”

Granted, networks can be very anarchical—even more so online,where it’s more difficult, perhaps impossible, to control the information flow and know for sure what’s true or false. But in a place where the government violates people’s constitutional rights every single day, punishes those who opposes it, and controls all public institutions and more than 90% of the media (see here), the Internet becomes our only source of news and freedom. No wonder why newspapers and political leaders launch their own TV stations (i.e., EUTV and Capriles TV).

In his book The net delusion: The dark side of Internet freedom, Evgeny Mozorov dedicated chapter five to explain how late President Hugo Chávez and other not so democratic world leaders understood that the best way to counteract Internet freedom is to turn it into a Spinternet, that is, “a Web with little censorship but lots of spin and propaganda”.

The 2013 Venezuela country profile on Internet freedom made by the OpenNet Initiative (ONI), a project run by the Citizen Lab at University of Toronto, gives an excellent illustration of how the the Spinternet started in Venezuela. “Twitter has become a popular tool for political and social activism in Venezuela, due in part to President Chávez’s enthusiastic adoption of the platform. Chávez, who (posthumously) had over four million followers as of May 2013, publicly encouraged allies Fidel Castro and Bolivian President Evo Morales to join him in bringing the “ideological battle” against capitalism to the Twittersphere. While President Chávez encouraged all Venezuelans to get online and to use Twitter so they can engage in the battle, he also condemned tweets that are critical of government programs, calling them a form of “media terrorism”. Chavez’ s successor, Nicolas Maduro, is an active Twitter user as well, and continually calls upon the group “Twitteros Revolucionarios Organizados por la Patria” (Revolutionary Twitter Users Organized by the Homeland or TROPA) to flood social media with hashtags that are pro-government, or against the opposition”

But although Mozorov’s formula seems to have worked, at least to a certain extent, for late president Hugo Chávez, president Nicolás Maduro clearly plans to try a different, more radical approach. In addition to taking news channel NTN Noticias off-air for being the only TV channel broadcasting recent street protests in Venezuela (the government owns or controls, directly or indirectly, all national TV stations), Maduro also blocked its website. It’s true that he had blocked other websites before, but this is the first time in 15 years that the chavista government actually blocks a hardcore news site.

The fact is that the overflow of photographic and video material circulating online and showing the way students protesting were brutally repressed by the police and military with firearms, drove Maduro nuts. In a desperate act, the Venezuelan government blocked images on Twitter. Nu Wexler, a Twitter spokesman, confirmed in an email to Bloomberg that the Venezuelan government “was behind the disruption”. “Twitter Inc. (TWTR) said the Venezuelan government blocked users’ online images as opposition groups marched through Caracas for a third day, demonstrating against record shortages and the world’s fastest inflation“, the article reports. Of course, the chavista government denies it.

Don’t forget that the once privately owned CANTV, now operated by the state, is the main Internet and ADSL service provider in Venezuela; in 2012, it was reported that 90 percent of Internet users connected to the Internet using CANTV. Other larger broadband service providers include Movistar, Inter, and IFX Networks. But the crux of the matter is that in 2010, Venezuela established a network access point that is managed by CANTV. In May 2012, CANTV ISP subscribers reported that they were unable to access certain sites, including independent news website La Patilla.  (source: ONI).

In April 2011,the ONI carried out technical tests in Venezuela on two ISPs: the state-owned CANTV and the privately owned Cable Plus. “Testing found evidence of one blocked pornography website on CANTV; no other evidence of technical filtering was found”.

Clearly, it’s time to run another test…