Sorprende el momento, no la noticia. A pesar de la oscuridad con la que el Gobierno manejó todo lo relacionado con la enfermedad presidencial, los venezolanos hemos pasado días y noches sabiendo que tarde o temprano Chávez anunciaría su (todavía potencial) retiro del ruedo político. Unge a Nicolás Maduro como sucesor, un hombre que escaló posiciones y acabó convirtiéndose en el heredero de quien se creía imprescindible e inmortal.
Nunca voté por Chávez y jamás votaré por Nicolás Maduro, un personaje al que casi todo opositor (por no decir todo) se refiere como “alguien que de ser chofer de autobuses pasó a conducir al país”. En lo personal, independientemente de la simpatía o antipatía que Maduro me genere como político, no comparto y de hecho rechazo categóricamente que se aluda a lo de “chofer” como algo sin honor, como una especie de mancha en el historial en este caso del posible futuro candidato presidencial del chavismo. Lo rechazo porque se trata de un mote clasista y discriminador que sugiere que hay trabajos nobles y trabajos innobles, cuando todo trabajo que se haga con honestidad es no solo digno, sino necesario para el desarrollo de cualquier país. Más complicado, si al caso vamos, es hablar de dignidad en una Asamblea Nacional.
En el mundo de la política venezolana pululan muchas alimañas que, proviniendo de las mejores universidades del país o del exterior e incluso de familias adineradas, en materia de mediocridad y corrupción en poco se diferencian de otros que llegaron a cargos de poder desde abajo, con muchos menos recursos económicos, intelectuales o de “sociedad”. Que unos hablen mejor y otros “peor” no cambia en nada la praxis de estos o aquellos.
Pretender descalificar a Nicolás Maduro acusándolo de incapaz porque en algún momento de su vida fue chofer de autobuses, solo puede darme náuseas. Que el gobierno actual es una parranda de incapaces que ha llevado al país a la ruina en que se encuentra, es algo que está fuera de cuestionamiento. Pero esto último nada tiene que ver con que quienes nos dirijan hayan trabajado alguna vez como bedeles, como domésticas, como mesoneros, como vendedores ambulantes, como taxistas y mucho menos como choferes de autobuses, un trabajo, por cierto, que en mi opinión es necesario, dignísimo y que se ejerce en condiciones cada vez más paupérrimas y riesgosas.
Me preocupa pensar que la gente crea que los problemas se acaban con la muerte de Hugo Chávez y que no entendamos que al final de cuentas, por mucho que duela aceptarlo, Chávez tuvo siempre razón en una cosa: él es solo la consecuencia inevitable de un fenómeno (un mal, diría yo) mucho mayor. Y ese fenómeno, ese mal, sigue allí, intacto, y no es “culpa” de los chavistas: todos, sin excepción, somos responsables. No aceptar que el problema somos los venezolanos y las venezolanas, y no únicamente nuestros políticos (mucho menos los choferes o ex choferes de autobuses), solo empeora las cosas y garantiza que el problema no encontrará jamás la solución que con tanta urgencia reclama.
No voy a sumarme al eco de las voces que desde hace tiempo descalifican a Nicolás Maduro por haber sido chofer de autobuses. Lo digo sin ambages, para que no queden dudas: no votaré por él, ni por ningún chavista, porque estoy en desacuerdo con sus ideas y proyecto políticos, no porque no tenga “caché” o “abolengo”. No voy a votar por Maduro ni por los chavistas porque en 14 años han demostrado la rapacidad feroz y el servilismo vil y despiadado de que son capaces. No voy a votar por Maduro ni por ningún otro chavista porque representan todo lo que no quiero para mi país. Pero si alguien pidiera mi voto para que la oposición entendiera que no todo lo que ha pasado en 14 años es negativo y que una de las cosas que están en proceso de cambio (con poco éxito, pero sin duda cambiando) es precisamente la necesidad de valorar a la gente por lo que es y por lo que hace y no por atributos fortuitos como su procedencia, la universidad donde estudió o el dinero que tiene, entonces no dudaría en dar mi voto para que la crítica que se haga a Maduro responda a la necesaria rendición de cuentas a la que está sujeta toda persona durante el ejercicio de un cargo de poder, pero no porque alguna vez haya sido chofer de autobuses. Para criticarlo por esto último, no cuenten comigo.
Excelente análisis vecino.
Aplica en Chibchombia al 100%.
Saludos,
José Antonio VIDES, M.Ing., ing. (jr.) Field civil engineer Cell (514) 231-9042
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